Todo empezó en un evento que organicé de la Iniciativa Global de la Juventud, mientras esperaba a todos los asistentes decidí conversar con tres niños que llegaron muy temprano, les pedí que me contaran cosas que hacen ellos en su tiempo libre para divertirse.
Cuando les pregunté esto, pensaba – Vanessa, pero ellos siempre tienen tiempo libre para divertirse, son niños.
Intenté corregir la pregunta, pero me di cuenta de que ya la habían entendido y buscaron en su mente la respuesta.
¿Cuál será el tiempo ocupado de ellos? ¿Estudiar? – me cuestioné – ¿Será acaso que les hemos enseñado desde pequeños que estudiar no es el tiempo de divertirse? Vanessa ¿Estás creyendo que solo los niños pueden divertirse todo el tiempo?
Entonces escucho la voz de Luciana que me baja de mi nube de distracciones – me gusta jugar fútbol – contesta con su dulce voz.
Leonel, su hermano, casi inmediatamente dice – A mí también me gusta jugar fútbol con mis amigos.
¡Qué bien! – sonrío
Entonces Emilio, un niño muy curioso y conversón levanta sus ojos grandes de color café y dice en voz alta – a mí me gusta jugar en línea.
Durante ese tiempo, mientras los escuchaba, perdida nuevamente en mi nube, recordaba cuando tenía esa edad, pensaba en jugar a la rayuela, a los países, a las escondidas por lo que, al oír juegos en línea, me imaginaba niños parados en línea, no entendía para qué y pregunté.
¿Cómo es eso del juego en línea Emilio? ¿Se paran todos uno detrás del otro? Y luego ¿Qué hacen?
Emilio, me queda mirando fijamente y dice:
¡No pues! Son juegos que hacemos en línea, por computadora, conectados por internet.
Cua cua cua (Escucho en mi mente un sonido de pérdida)
¡¡AAAHH!! Ya entendí. – Estoy en el pasado – pensé.
Una pequeña sensación de vergüenza invadió mi cabeza, pero me sirvió para reconectar con su mundo y luego también poder usar esa historia al hablar del fracaso con otro grupo.
Es que a veces tenemos esos momentos en que interpretamos cosas distintas a lo que está ocurriendo o lo que alguien quiere decirnos, en el trabajo, en la familia, con amigos, todo porque estamos distraídos con nuestra mente en otro lado; así creamos momentos incómodos, con resultados que no deseábamos, en algunos casos podemos llegar a sentir que hemos cometido un gran error y nos cuesta aceptarlo.
Parecen cosas pequeñas, pero tener la valentía de enfrentarlo, asumirlo y corregirnos es un buen camino para crecer.
Nunca olvidaré las 3 lecciones de liderazgo que la conversación con estos niños me dejó:
- Tomar la vida con diversión para siempre tener ratos libres, incluso cuando creo que estoy ocupada.
- Cuando hables con alguien, sin importar la edad, debes dejar a un lado tus preconcepciones, bajarte de tu nube para escuchar con claridad, conectar y servirles mejor.
- Los errores más pequeños, en los momentos inesperados, te pueden dar grandes lecciones de vida.
¿Cuál de estas 3 lecciones de liderazgo sientes que debes poner en práctica?