Una falla tecnológica me llevó al banco para hacer un depósito de la manera antigua. En realidad no tan antigua, por que encontré un cajero automático que estaba preparado para ayudarme, aun cuando yo no estaba preparada para él.
Cuando llegué no había mucha gente, la fila de personas avanzaba rápido y era corta.
Se paraban, aplastaban los botoncitos, ponían el cheque o el dinero y ¡LISTO! Siguiente.
Casi que escuchaba sonar la maquina registradora. ¡CHIN! ¡CHIN!
Todo iba muy bien, hasta que llegó mi turno.
Como no sabia el funcionamiento de la maquina le pedí a una amiga me ayudara. Saqué 5 cheques todos a distintas cuentas.
Empecé con el primero, aplastando botones con cuidado, preguntando cómo funcionaba, mientras leía los textos, como si estuviera en Prekinder y lo logré. ¡Yeeih!!
Voy al siguiente – pensé entusiasmada.
Nuevamente, aplastaba los botoncitos, revisaba que esté bien no vaya a ser que mi super visión de los cuarenta se equivoque. ¡Y listo! ¡Otro más!
Continué con otro, a la velocidad más rápida….la de la tortuga, leeenta pero segura.
Y entonces. (sonido de suspenso) ¡Tan! ¡tan! ¡taaaaan!
Se acerca el guardia a pedirme que le dé espacio a otra persona, pues ya había una gran columna que me miraba con cara de ¡YAAA PUEEESS!!
Entonces lo miro y le digo. Ya voy, solo me faltan 3.
El señor guardia, muy educado, insistía que le diera el turno a otra personas.
Y yo necia – pero si solo me faltan 3 y de ahí le toca a mi amiga – repetía
Entonces me miró y dijo: Señorita lo justo sería eso. Haga uno usted y van alternando.
Él tenía razón, sentí como los ojos de todos me alumbraban como si estuviera en el escenario y encima de mí un letrero inmenso que decía, Vanessa, eres el cuello de botella, el papel en el zapato, la lana en el agujero de la aguja, es decir.
¡MUÉVETE!
Entonces accedí. Saliendo de mi realidad un poco avergonzada me moví y di espacio a los demás.
Luego pensaba en cómo podemos transformarnos en esa persona que no sólo bloquea su vida, sino también la de otros, todo cuando el ego se manifiesta de tal manera que se olvida de los demás en espacios donde también es importante el bien general.
Esto lo podemos ver dentro de las organizaciones, cuando las personas no quieren compartir ideas, cuando se equivocan y esconden la experiencia por temor a la burla o al que dirán o cuando simplemente prefieren tomar las decisiones que acomode a su agenda personal olvidándose del lugar donde están, limitando el crecimiento personal y del equipo, la mejora continua de distintas áreas, así como el servicio al cliente y los resultados finales.
La reflexión va más allá, porque así como a veces pasa en las empresas, es como luego también ocurre en la familia, con amigos, conocidos, es así como aparecen los grandes cuellos de botella que limitan el crecimiento de la sociedad y el mundo.
¿Has sido alguna vez el cuello de botella de tu mundo?